teatro: MASCARÓN DE PROA

Texto para danza.


ACTO I.

Un bailarín aparece por la derecha del escenario.
Su danza es soñadora. Estira los brazos hacia atrás.
Es el mascarón de proa de un barco.

Al fondo una videoproyección de un barco surcando las aguas se hace visible. El mascarón viviente ocupa su posición.

En la filmación el barco llega a puerto. El bailarín cambia su estilo de danza. El mascarón se mezcla con los personajes de un barrio portuario.

El bailarín hace estiramientos. Una mujer se le acerca. Las luces de neón parpadean.

M- ¿Tiene fuego?
Ms- Aah, fuego...
Replica soñador

Sí, claro. Rebusca entre
sus ropas

tanto rebusca
que está divirtiendo
a la mujer.

Mj- Déjelo, caballero.

Ms- Lo puede ver,
lo he intentado,
pero... puedo bailarte
una bonita coreografía
sobre lo bello de la
luz y de las ilusiones.

Mj- Usted está MUY borracho.

Ms- No creo que me hayas
entendido, la luz
es engañosa,

da paso
al olvido.

Pienso que una buena
coreografía te iluminará
mejor.

Comienza una
danza entusiástica,
la borracha
poco a poco
le imita.

Ms.- Al fin bailas
absorta, vida mía,
como te he echado
de menos...
Se enciende un cigarro
con aire absuelto
en el juicio de un dios.

Más coraje,
más coraje, bien,
así, intenta no
distraerte, no
pienses en tus
pies, muy
bien ese aire resuelto.

Transeunte.- ¿Tiene fuego?

Ms.- Venga, sin preliminares...

Lo coloca, al transeunte,
con el fuego de su
boca, le besa.

Póngase aquí,
¡intente contrastar
vivamente!

El hombre intenta
bailar, su danza
es pobre y rígida.

Tr.- ¿Está bien así?

Ms.- Muy bien,
es usted bailarín,
claro. No, no
me lo diga,
quiero descubrir
su talento.

Tr.- ¿Trabaja usted en
la televisión, no quisiera
salir.

Ms.- Mi trabajo es mirar,
descubrir el horizante
y callar con paciencia,

porque sólo cuando
se besa la tierra,
la tierra se besa.
El hombre escupe.

Tr.- Dice usted cosas
extrañas. Yo trabajo
en ese edificio de ahí.

Señala con el dedo
y fotos de edificios
comienzan a
superponerse.

Me ha gustado
mucho el baile,
quisiera invitarle
a un café.

Ms.- El café me hace recordar.

Tr.- A mi tambien me despierta
cosas que aún recuerdo,
que las estoy olvidando
y el frío.

Ms.- Lo tomaremos entonces.
Aparece la videoproyección
de un chiringuito,
callejero donde la gente
rápidamente
va y viene.

Tr.- Vengo todas las
mañanas, a las once,
es un sitio. Todos
los sitios se parecen...

La imagen se ralentiza.

Ms.- Al mismo sitio. Claro,
sólo hay uno.

Tr.- No, no, coma algo,
hombre que le invito.

Ms.- Distinto color, olor,
calor, humor,
misma piel salada.
En pantalla la nave original comienza a acercarse al puerto, hasta chocar con el muelle. El mascarón dice adios con un pañuelo al hombre y a la mujer, que sigue bailando.




ACTO II.

Mascarón.- Creo en una nueva forma
de gobierno.

Mar.- Sabes que crees
Y eso es
suficiente para ti,
monicaco de madera,
accesorio irrisorrio
y ridículo.

Ms.- Cómo te atreves?
y me disgustan
las disculpas.

Escucha callado
mi alegato y
mi lamento.
hablo a las
paredes del mar.

Mr.- Cualquier ser
con un mínimo
orgullo
callaría ante
el espectáculo
grandioso y elocuente
de un sistema
vivo, ingente
y autosuficiente.

Mira el mar.

Ms.- Ante mí un
ser callado,
pero obtuso.

Mr.- No busques
más, desgraciado,
nada me importas y
si cayeses darías
a mi cuerpo
sustrato
fértil, sólo
suelo para mis
mejillones.

Ms.- Perdona, pero
tus mejillones
ya viven a mis
pies,

¿o crees
que sólo tú das
vida?,

precisamente
ahora se están
alimentando.

Mr.- Cae, mascarón,
nada me importas.

Ms.- ¿Y tu voz invisible,
inaudible?...
quién contaría
y cantaría
tus olas sino yo,

las bandadas de
gaviotas chillan,
las bocanadas
de espuma
desaparecen...

Mr.- Calla, desgraciado,
imbécil.
Estás distrayendo
mi calma
con tus escupitajos.

Ms.- Sucio charco
que lame
las orillas,

no tienes
descanso
en tu necedad,

yo soy la
mano humana,
soy la forma,
soy el alma mía.

Mr.- Un pobre imbécil
que nada significa.

Ms.- Ah de tu caracter
cruel,
¡cuanto necesito
yo un padre
que me alcance
con su sabiduría,

tú que alimentas
las corrientes
y podrías
guiar mis dulces
pensamientos.

Mr.- Estás podrido.

Ms.- Tan gigante,
tan inmenso,
por tu egoismo
naufrago
hacia los puertos.

Me faltan costillas
y dientes.

Mr.- Yo no
miro por mis
dientes, a todos
les parece bien
que les acoja
y punto.

Soy sólo mar.

Ms.- Eres basto
y sabes
a todos
los sabores
del amor,

¿qué fue
lo que hizo
de tu sal
ahogo?.

Mr.- Deja de molestarme,
madera informe,
debo dormir el
descanso de los
justos,

yo he cumplido
mi parte,
repartir el espacio
y no puedo
responder
a cada necio
pez.

Ms.- Dime, al menos,
donde podré calmar
mi sed,

alcánzame una
perla de ostra
que pueda yo ostentar,

acompáñame en mis
cantos,

reduce a cenizas
a las sirenas
que me burlan.

Mr.- Porque eres fuego en
el mar,
nada me has
de importar,
madera,

mis limpias
mareas
se enferman
con tu avaricia
y meados,

sentina
andrajosa,

así calla y
ama el mar.

Ms.- Tú, que diluyes,
lleva mi camino
marino
a limpia costa
donde
un descanso
merecido
halle oscuridad
a mis ojos
cansados de
buscar en la
línea del horizonte
mi esperanza.

Mr.- Avanza o húndete,
pero deja
de molestarme,
piojo de playa,
o haré de tus
chillidos
astillas.

Ms.- Tú que eres la voz
del canto,

dime misterio,
el más grande,
lo que dicen
las olas.

Mr.- Pues hablan del
tiempo.



ACTO III.

El mascarón de proa se recorta los mejillones de los pies sentado en un trono con forma de proa de barco. Hay una bandera en lo alto, es una prenda de ropa indefinible que cuelga desmañada.


Sr.- Uao, qué sueño!

Ms.- ¡Oh! Una sirena,
qué bien,
lo que me faltaba.

Sr.- Oh, Dios del mar,
mis perlas
escogidas,
revueltas,

esto me exige
y me rige,
me erige
y dice verdades.

Ms.- Quizás es un poco
pronto para tantas
elucubrades.

Sr.- Idiota!

Ms.- Pija!
Mascarón no puede
levantarse,
la sirena a su alrededor
le hace rabiar al bailar.

Lo duro pisa lo blando,
La arena cura y
Atrae a los pies.

Sr.- Lo blando se ha
convertido en hiriente.

Pies quemados con
arena latiendo
en sus venas,
corazón.

Ms.- Así de buena
amiga eres.

Sr.- ¿O no estoy contigo,
Mascarón?

Advierte al señor
del mar
que somos
enemigos intachables.

Yo, juntos,
Voy a liberarte,
¡Garras de sirena!

La sirena consigue
destruir el asiento
mientras el
mascarón
intenta besarla
desesperadamente.

A cámara lenta,
con los restos
de madera
fabrican una balsa.

la sirena la decora
y la recorre,

el mascarón
intenta colocarse
en la proa de la
balsa, sin
conseguirlo.


Ms.- No sé, no sé...

Primero, que los geranios
ahí no me..., no sé...

segundo, que me
estoy agobiando.

Sr.- ¿No es precioso
mi apartamento?
¿qué tal tú
en tu rincón?

Ms.- Vuela, sirena.

Sr.- ¿Te refieres a los
límites que nosotros
mismos nos hemos
impuesto?

Ms.- Artificioso de lo
útil, ven a mí
como herramienta,

artificial de lo necesario,
hidrata esta piel
ajada,

truco barato,
aguanta el
paso de los años,
de boca en boca,
como beso.

Sr.- Yo sólo querría eso.

Las luces se apagan,
bailan juntos,
es bonito de ver.
Ms.- Tan verdes ojos
urgen afuera,

mira las olas,
hablando sin parar,
sin intención
ninguna,
pues les falta
mascarón

¡Y vuela!

Ms.- Sopla, sirena,
Suena,
A lo lejos llama
la sirena
de un barco.

mi trono varado
se ha convertido
en naufragio

llevame tú a las
costas plagadas,

esto es una horterada,
Señala la balsa.

sin más.

Sr.- Es esto un adiós.

Ms.- No termina
lo que nunca
existió.




ACTO IV.

En la línea de superficie, uno a uno, los andróginos
peces comienzan a sentarse en el escenario. Bolsas de plástico atadas asemejan las olas. El mascarón aparece inmóvil y hierático.

La sirena voltea una cinta blanca y sus arabescos representan las olas.

El mascarón despliega sus brazos cruzados. Los peces se balancean; se comen unos a otros, de vez en cuando.

Ms.- ¡Hermanos peces!
Dulce y torcida
la naturaleza
nos espera.

Bebed de las olas,
enredados estais
en ellas,

vuestra comida es
el canto del mar,

el pastor que
os lleva,
es el océano
radical
de la libertad.

Pareceis
tan mansos
y, sin embargo,
vuestra naturaleza
es fiera
y blanca.

Sí, de todo hay
en vosotros,
una sabiduría
alejada de
los viejos viajes
puerto a puerto,

un dejarse
guiar
y nacer,

un faro en
vuestro interior
sin el riesgo
abrasivo de la
arena apelmazada
de la playa,

sin el ojo
implacable
del hielo
rígido acechando.

Vosotros,
que ondeais
la bandera
salvaje
de la vida
imprevista

y sois
uno en
vuestra
multitud,

que nadais
juntos,

que sois
un sólo
fin,

tan similares
como igual
es el mar,

tan suaves...

El mascarón
comienza a caer
de su atrio,

los peces se
revolucionan
violentamente,
queriendo morder.

Ms.- ¡Pelícanos a mí!
¡sirena! haz algo
mucho menos
hermoso
que eso.

Sr.- Esto, aquello...

Ms.- Mi fundamento
me abandona.

Pez.- Vuelve a tu nacimiento,
abandona tu discurso
de anémona.

Ms.- Yo que os
tiendo
las redes
de la sabiduría,
que os entiendo,
¡bestias!

Pz.- Baja,
sólo queremos
saber de
ti más.

Ms.- Me tumban
las profundidades.

Pz.- Ven aquí.

Ms.- ¿Pero qué aquí?
¡si esto es
ninguna parte!


Una tormenta
se cierne,
truenos y rayos,
al fondo una luz,
es un faro.

Ms.- ¡Madre tierra!

Pz.- ¡Cardumen,
buscad!

¡qué el hambre
nos guie y
nos ampare!

Sr.- Huye, mascarón,

Hay cien puertos
mejores
que los abismos
negros del mar.

El mascarón
se va.

Sr.- ¡Marinero!
lánzame un
arpón
primero.

La sirena lucha
a carcajadas
contra los
peces.



Mientras el barco se aleja y es un punto en el horizonte, la cadena del ancla se tensa y arrastra la inmensa mole de hierro levantando los fondos.


Sr.- Dulce pluma de volar,
anclada estás en mi alma,
duermes como mis escamas brillan,

ávido mascarón de proa,
abierto al mar,
no me alcanzas
desde tus voces extranjeras,

esta noche hablan por mí
todos los marineros alejados
de la orilla.

¡Te di todas mis perlas!



TELÓN.

No hay comentarios: