La abuela
Sinopsis.
Con motivo de una herencia familiar, la
capacidad de sanar a través de los cuentos, que recae en una muchacha de
espíritu nervioso, se desarrolla una trama de intrigas entre los distintos
parientes, que acaba en tragedia.
Personajes.
Abuela, mujer de edad, que vive sola en la casa familiar y
organiza el encuentro.
Nietas, Sol y Rosa María, dos muchachas adolescentes.
Rey, padre de las muchachas. Es un elegante hombre de
edad.
Reina, madre de las muchachas, nerviosa e insegura.
Duquesa. Hermana del rey, mujer egoísta e insolidaria,
elegante y muy preocupada por su propio bienestar.
Tía Estela. Hermana del rey, madre de un bebé. Siempre se
relaciona con terceros a través de las tecnologías.
Enfermero. Personaje cómico secundario.
Perla. Monologuista final.
Anotaciones psicológicas.
La abuela representa a la mujer sabia que
despierta. En un principio aparece desorientada y vapuleada por las
circunstancias, pero no tarda en recuperar el control de la situación. Son sus
años de experiencia y su generosidad y amor lo que conforman la base de su
autoridad. Su despertar se debe a la interactuación con sus nietos. Peinada con
moño y pelo gris, esta será su seña de
identidad.
Las nietas representan el futuro del
pensamiento humano. Son tres, un niño de corta edad, Relampaguito, y dos
muchachas adolescentes, Sol y Rosa María.
Relampaguito representa el espíritu
expectante al cambio. Es el embrión del que cabe esperar el máximo de recursos,
ya que en su estado inicial puede absorber toda la información necesaria para
desarrollarse correctamente.
Sol es una muchacha cínica y pragmática, que
ha aprendido los manejos para sobrevivir ocultando su verdadera naturaleza.
Este mecanismo la sume en una confusión y tristeza que, sin embargo, al no ser
definitiva, pues su desarrollo no es completo, termina por superar.
Rosa María es el espíritu aventurero sin
guía, irreflexiva e irreverente, se convierte en la víctima propiciatoria de la
situación.
El Rey, padre de las dos muchachas,
representa la espiritualidad ajena al cambio. La vida espiritual le está vedada
en su comprensión, pero puede acceder a ella si encuentra una senda sensorial a
través del inconsciente.
La Reina, madre de las muchachas, representa
el espíritu sensible que ha sucumbido a la soledad.
La tía Estela, madre de Relampaguito,
representa la necedad de ignorar la vida espiritual. Es incapaz de solucionar
los problemas de la colectividad, pues su individualismo ha cegado su
sensibilidad.
La Duquesa, hermana del Rey, representa los
caminos perversos de quien, perdiendo el interés por la espiritualidad,
encuentra en dicha pérdida una recompensa para sí misma, con lo cual su intento
es el de perpetuarla. Es amiga de prejuicios e insiste en considerar el
suicidio como una lacra social, razonamiento en el que se apoyará para
perseguir sus fines.
El enfermero representa el resultado de una
sociedad de espaldas a la sensibilidad. Auténtica víctima inocente, es el
ejemplo de individuo al que evolucionaríamos en un mundo hostil sin
sentimientos. También personifica el tabú social que rodea las muertes por
suicidio y el miedo generalizado a los trastornos psicológicos, incluso entre
los profesionales de la salud. Este texto pretende ser un alegato en contra del
tratamiento oscurantista del suicidio y la locura en la familia y la sociedad.
La Perla, que interpreta un monólogo final,
representa el cuento como unidad individual dentro de un acerbo cultural de
historias que se conservan de modo oral y que están relacionadas. El hecho de
perder una sola de estas historias desvirtuaría la ideal total del conjunto y
es por ello que ningún cuento no deben ser olvidado y que los contadores de
cuentos son necesariamente los guardianes de que no suceda.
Los muñecos de papel representan la presencia
del resto de los interesados que, aún no estando presentes, son una influencia
en el desarrollo de la historia.
Las frases que aparecerán en el gran
televisor se distribuyen en octavilla al principio de la obra, con lo que el
espectador se relaciona con el texto desde una perspectiva azarosa y personal.
Las octavillas tendrán la misma maquetación que la proyección.
Escenografía.
La obra se desarrolla en unidad de tiempo,
espacio y acción. La escena progresa en el salón de una vivienda antigua.
En la pared izquierda se sitúa un aparador
con tarros de cristal en su estante superior. En el centro de la escena hay una
mesa baja, en el centro de una vistosa alfombra. A la derecha se sitúa un
amplio conjunto de cojines para recostarse enfrente de una gran pantalla,
colocada en la pared del fondo. En dicha pared, de derecha a izquierda, se
sitúan la pantalla, el vestidor y una puerta de entrada a la escena. Esta
puerta de entrada tiene la forma de un gran libro de cuentos.
Los personajes en acción serán, como máximo,
tres. Esto implica la sustitución del resto de personajes por maniquíes o
muñecos. Para que los actores puedan cambiar rápidamente su caracterización, el
vestuario se simplificará en unas batas que representarán el atuendo completo.
La movilidad en escena será máxima, puesto
que en el cambio de personaje el actor deberá cambiarse de bata e instalar un
muñeco en la posición del personaje que ya no está activo. Estos manejos no se
ocultan, por lo que en el fondo de la pared central aparece un vestidor con
perchas, donde, además de estar las batas, se apoyan los muñecos que no se
utilizan.
Los muñecos serán toscos y de tamaño real,
sin caracterización. Fabricados con papel de periódico, deben resultar ligeros
en su manejo, que responderá al tono de la acción. Como ejemplo, en el momento que
la adolescente Sol se esconde para espiar a su padre y a su tía, la actriz
utilizará el muñeco de parapeto. Este sistema permitirá la circunstancia de que
un número limitado de actores escenifique una obra de muchos personajes, del
mismo modo que ocurre en el teatro de marionetas. En el caso de que existiera
un número mayor de actores, estos no ocuparán el papel del muñeco, sino que
pasarían a formar parte de la escena como personajes complementarios.
Un ejemplo serían los momentos en los que la
abuela cuenta un cuento y los nietos se agrupan a sus pies, donde un número
mayor de actores podría formar un auténtico grupo de escucha, al modo
tradicional de las aldeas, donde los niños se agrupaban en mayor número. Es de
suponer que estos actores suplementarios utilizarán mecanismos de expresión
distintos a la palabra, como la danza o el canto.
En el
baile de marionetas final, los muñecos, pendiendo de cuerdas, sobrevolarán al
público, que deberá manejarlos como el mecanismo que hace sonar una campana.
Reproducirían frases de cuentos tradicionales o de la obra misma, frases que
irían y vendrían entremezclándose, simbolizando la marea de historias que
conforma el tesoro de cuentos tradicionales de un determinado grupo social.
Una parte importante de la escenografía es la
pantalla donde se reproducirán las frases del dialogo que resulten más
impactantes para el público.
En la parte de la obra donde el público sube
al escenario se establecerán tres puntos de encuentro con los actores. El
primero es la partida de cartas en la mesa baja del centro, aquí se situaría la
madre de las muchachas. El segundo el sillón, enfrente de la pantalla de
proyección, donde la abuela contaría cuentos. El tercero será un cóctel junto
al aparador, en el que surge una tertulia social y política con el Rey o la
Duquesa. La curiosidad de los espectadores les llevaría al foco de atención que
prefiriesen, aunque es de suponer que la mayoría permanecerán en sus propios
asientos. El fin de este happening es el primer climax que presente, en cuanto
se de este primer punto de satisfacción se interrumpirá el encuentro, volviendo
los espectadores a ocupar su posición original entre el público.
En el sillón, frente a la gran pantalla, descansan dos grandes muñecos
de papel. Una abuela entra en escena y emite una letanía para llamar su
atención, sin resultado.
Abuela.- Pero, nietas, ¿qué
hacéis ahí
tumbadas,
todo el día sin
hacer
nada, delante
del
televisor, ¿es
qué de
verdad no
tenéis
nada que hacer?
¿NO TENEIS NADA QUE HACER?
|
Podrían, sí,
ayudarme,
aligerar con un
gesto de
atención
mi carga, debo
atender la
huerta,
las gallinas,
sin falta,
descansar
no quisiera,
pues
soy el corazón
del
imperio y amo
latir,
pero siento que
sola
soporto, como
única columna.
Pero, nietas,
¿qué
hacéis ahí
tumbadas,
todo el día sin
hacer
nada, delante
del
televisor, ¿es
qué de
verdad no
tenéis
nada que hacer?
Son tan
gráciles
y esbeltas,
fuertes
muchachas y
ostentan mis
rasgos, su
piel es tersa
y alisa mis
arrugas
tenerlas
a mi lado,
destensan
en mi cara
las marcas
de mi carga
con sus banales
y tiernas
conversaciones,
¡si solo
me abrazasen
con ternura
de nuevo!
Pero, nietas, ¿qué
hacéis ahí
tumbadas,
todo el día sin
hacer
nada, delante
del
televisor, ¿es
qué de
verdad no
tenéis
nada que hacer?
Quisiera ser
amable con
ellas,
pero hace
tiempo
que campan a
mi alrededor
con
escépticas
miradas,
no desean mis
tesoros
guardados,
no aprenden
de lo mío,
la experiencia,
soy un muñeco
animado, viejo
y desacreditado,
un fantasma
que pulula y en sus
miradas veo
la duda de si
será valiosa
mi sangre, la
que corre por sus
venas, ¡no nos
conocemos, apenas!
Tras
los muñecos se esconden
las dos muchachas, que miran a
su
abuela con incredulidad,
¿habrá perdido la razón?
La mujer inicia
una danza terrible y tribal.
Ab.- ¡Qué vuelvan a mí
los años ancestrales,
qué fueran a mí
los años anteriores!
¡De mi fuerza y
misterio
de libro cerrado
deliberadamente!
DESFACHATEZ E INSTINTO
|
y remedio,
desfachatez
e instinto
identificando
las señales y peligros!
¡El camino
en la palma
de mis manos!
Las muchachas huyen despavoridas
y el
timbre de la casa suena, lo que
interrumpe a la
abuela de la broma a sus nietas.
¿Quién será?
Si solo el maldito timbre
no sonara como una
pésima broma…
Entra un rey corpulento y enorme.
Rey.- ¡Querida
madre!
¡Innombrable!
Tu título nobiliario
es el mejor de los
pretextos, mua, mua,
seremos a comer nueve.
Ab.- De nuevo…
Rey.- Saca tus vajillas
resplandecientes.
Entra en escena una reina.
Reina.- Querida suegra,
mua, mua,
te traemos un
regalo, ¡es un mantel
vintage!
Ab.- ¡Por los santos
de misa y paseo
matinal, a las
seis
de la mañana
cante el gallo!
¡Querida cuñada!
Rna.-No, no,
nuera.
Ab.- En absoluto, me
encuentro
perfectamente.
Rna.- No, no, que no muera,
nuera,
no cuñada,
cuñada
no, nuera.
La abuela sorprende a la Reina con un
apretón de manos enérgico.
Ab.- Rosa María ¿y tú?
TU DISCURSO ES INQUIETANTE
|
Rey.- Madre ho-no-ra-bi-lí-si-ma,
¿acaso estás
perdiendo
la razón, en
estos tiempos
de Alzheimer,
tu discurso
es, es, es...
inquietante.
Ab.- Rosa María,
querido
Alfredo,
Alfredo, hijo
de Alfredo,
hijo de Eulalia
y Tomás,
de la casta de
tu
padre, porque a
mi familia
no saliste,
perdona.
Rosa Mª besa a su confuso hijo efusivamente.
Aquí tenéis a
vuestras hijas
en actitud
disciplente,
y bien, ¿qué
vais a
hacer al
respecto?
Rna.- Enmudecer. Sufrir.
Ab.- Vaya mantel más curioso,
lo habrás hecho
tú,
por lo menos,
con tus manos,
dime que tendrá
algo
de valor la
herencia
que recibirán
esas dos
abandonadas.
Rey.- ¡Madre!
Ab.- Rosa María, Alfredo,
hijo de
Alfredo, Rosa
María ¿o acaso
no tiene
nombre
vulgar cada
maldita
flor que
cubrieron de
latinajos,
¡Rosa María!
Rey.- Madre Rosa madre
María mamá,
¿está usted
bien de
salud?
Rey.- ¡Alfredito! ayúdame
a desdoblar el
engendro,
que tengo
curiosidad
EL MUNDO A MIS PIES
|
el mundo a mis
pies.
Rna.- Suegra Rosa madre
María, no me lo
rechace, se lo
he traído
con magnífica
ilusión.
La abuela examina las puntadas de la pieza.
Ab.- Bien, bien, ¿Aurora?
veo que la
medicación
surte el efecto
justo
en tu caso,
Aurorita
CUÁL ES EL DERECHO Y
EL
REVÉS
|
derecho y el
revés?
¡Alfredito,
estira!
Rey.- Mamá bloody
Rosa María,
¡empequeñezco!
La abuela vuelve a hacerle carantoñas
a su apenado y confuso hijo, el Rey.
Ab.- Alfredito, perdona,
es que soy tan
bruta
a veces
contigo…
Rey.- Me comprometo
a tu verdadero
nombre
si dejas de
llamarme
Alfredito, esto
es
serio, ¡el
asilo te
amenaza!
Ab.- ¡Ja! ¿y quién
cuidará de tu
vejez
cuando ella se
divorcie? no me
hagas reír,
Alfredito!
Rna.- Hay algo hermoso y
terrible en su
lucidez…
Ab.- Niñas, doblad
este mantel o,
mejor dicho,
poned
mesa para
nueve,
miradlas, ni se
mueven.
La abuela se lamenta para sí.
Mis dulces retoños,
que tantos cuentos
han oído de mí,
quedaron sordas
CÓMO HE ABANDONADO LOS CAMPOS!
|
ensordecido,
¡como he abandonado
los campos!
¡qué comeremos ahora!
Su espíritu
esquelético abandonarán
a la suerte, ya son
el suspiro en el viento
de nuestras esperanzas.
Amortajémoslas,
ayúdame, Aurora,
el alba de
lo nuestro acecha
y es esta su hora más
fría, que las puntillas
industriales las
protejan de su
precario raciocinio
y les quiten el mando.
La pantalla se funde en negro,
se
escuchan unas voces mientras les
extienden el
mantel por encima.
Voces.- Jo, jo, jolines,
que pasa tía,
que
no veo, quítate
de
delante, tía,
joeee…
Ab.- Calma, calma,
animalillos,
volveré
con el látigo
de un
final horrendo,
para que del
cuento
despertéis a la
moraleja,
tened
paciencia,
¡sacos de
huesos!
Voces.- ¡Abuelaaaaa!
Rey.- ¡Rosa madre
bloody Mary…
El Rey advierte a sus hijas.
Ab.- Silencio, necio,
“Abuela” en sus
labios
descarnados
será su
curación
y no manía.
¡A ti, por
desgraciado,
Rosa María!
Rey.- Pero, madre, ¿qué es
lo que te ha
ocurrido?
te encuentro
alterada
y extraña, temo
por tu cordura
y su
degeneración.
Ab.- ¿Y qué tal tus analíticas,
mal padre? Has
parido dos
muertas,
¿Sigue tu
colesterol
por las nubes?
¿Tratas
debidamente
a tu querida
esposa? ¿Haces
ejercicio?¿Llevas
una vida de
naturaleza
saludable? Te
hablo
de lo tuyo y te
pregunto
sin ánimo de
respuesta.
La abuela Rosa María levanta una esquina
del
mantel que recubre a sus nietas en el sillón.
Después estaré
con vosotras, cielitos,
mataremos gallinas
y barreremos el
suelo entre canciones,
ahora descansad
esos huesos descarnados,
por lo menos es de buena
tela vuestra mortaja.
Rna.- Rosa María, me
honra que te fijes en
su buena calidad.
Rey.- Reconoce que el objeto
es aterrador…
Rna.- Alfredito, aquí cada
LO
QUE IMPORTA ES
EL
DETALLE
|
Ab.- Lo que importa es el
detalle ¡y lo bien que
lo pasaremos fregando
los platos! Se ha estropeado
el lavavajillas, somos
nueve, quién vendrá
entonces…
Rna.- Las nenas Sol y Rosa Mª
y Relámpago, tu
nietecito,
su padre, ya
sabes, que
está de viaje,
tu hijo,
el gemelo de
Alfredito.
Ab.- ¡Ay, Adolfito! ¡Qué lejos
estás de tu
madre,
Rosa María,
otro padre
ausente
para un niño
adorable
de corta edad,
EL MENÚ SERÁ EL DE SIEMPRE
|
el de siempre,
sopa, cocido,
bizcocho, café
y licores,
bien, hijos,
pelad patatas,
yo aquí me
siento,
voy a contaros
un cuento.
Rey.- Pero que no trate
de piernas
amputadas,
ojos ciegos,
brujas
devoraniños,
ni lobos
enfermos.
Ab.- No, querido, será
entonces de
nuevas
esperanzas,
apertura
de miras,
maternidad
responsable y
el
EL
SALVAJISMO ALEGRE
DE
LO NATURAL
|
de lo natural.
Rna.- Mejor ahora…
Ab.- ¡Aurora! Callad,
que os voy a
contar
una historia de
las que ocultan
los
libros de
texto,
pues su poesía
aleja la
monotonía
de la autoridad
y
su verdad abre
los ojos al
cambio.
Rey.- Se dice crisis,
Bloody Rosa,
cómo se nota
que no estás
en los
periodismos.
Rna.- ¡La crisis, la criiiiiisis!
¡Escondamos la
cabeza y
esperemos
despertar
de tan fatídico
sueño, todo
cuento tiene
final
y el fin de la
crisis se
anuncia
con ella cada
día,
esperanza,
Rosa María.
Ab.- El cambio, en
cambio, nunca
duerme…
pelad,
desgraciados,
que somos, de
nuevo,
nueve a comer…
el mantel,
precioso.
Rna.- Gracias.
Rey.- Horroroso…
esas amigas
tuyas
del taller
dominical
del sagrado
arte
plástico, ¿no
saben
hacer
madalenas?
podrías haber
traído
una docena, que
oprobio, ¡mi
mujer
no sabe cocinar
postres! La
gente
habla, Aurora,
la
gente habla…
Rna.- Buaaaaa, no
me comprendes,
aaaahgg…
QUE COMIENCE EL CUENTO
|
Ab.- ¡Qué comience
el cuento!
De debajo del mantel, que recubre el sillón,
mientras los
progenitores pelan patatas, surgen
dos muchachas, que se
sientan alrededor de su abuela.
Ella les sonríe y les acaricia
el pelo con ternura.
El rey y la reina se convierten en muñecos, pues si escuchan, no
logran comprender.
Érase una vez
una voz que no podía
dormir, se agotaba
en pensamientos
rencorosos y hablaba
sola y a gritos, a veces,
a veces en susurros,
a las paredes circundantes
de la cocina.
Una noche, de madrugada,
un paseante escuchaba
por la rejilla de ventilación
las cuitas horrorizadas
de aquella voz maldita,
entonando una canción
a través de la reja, entró
en aquella cocina
un canto de inenarrable
belleza, ¡la canción
perfecta!
La voz enmudeció,
primero de miedo y
luego de recuerdos,
pero atendiendo a
la melodía quedó
dormida en
la alfombrilla
que quedaba al
pie
del horno y,
cuando
despertó, vio
que un
magnífico
bizcocho
se había
cocinado.
Su aroma
delicioso
arrancó de la
voz
el recuerdo de
la mágica noche
y al bailar
voz y olor
le creció una
boca con
dientes.
La boca mordió
el
bizcocho,
le brotaron
unos
ojos
incrédulos, que
lloraron de
alegría,
le crecieron
piernas
LA
GUINDA DEL PASTEL
|
manos
arrancaron
la guinda del
pastel,
que se convirtió en
el corazón de un
cuerpo que
había sobrevivido
a su propia soledad.
Entonces llamaron a
la puerta y, al abrirla,
una muchacha con los
pies amputados le pidió
que arrancase las espinas
de sus ojos y le llamó
bruja devoraniños,
que si podía liberar
a su hijo perdido, el
lobo enfermo, y ella
le contestó que se
había equivocado
de puerta, porque
con las espinas no
había visto bien el
número, fin.
Sol.- ¿Y la moraleja,
abuela?
Ab.- Siempre debeis contestarle
a la tele, y
romperéis
el hechizo, no
os
calléis nunca
ante
quien os hable,
nenitas.
Nietas.- Aaahhh…
Las niñas danzan como monas.
Ab.- Hala, vamos
a matar a un
gallo,
que somos
muchas
a la mesa y es
hoy un día
especial.
Nietas.- ¡Bruta, bruta!
Las nietas juegan a la gallina ciega,
con una
cuchara de palo mientras la abuela
prepara el
animal para el guiso.
Ab.- ¡Qué bonitas estáis!
¡Qué bonitas!
La abuela se marcha y
las
muchachas quedan a solas.
Sol.- Avisa si viene alguien,
no quiero que
nos digan,
que nos hablen,
que
nos dirijan la
palabra.
Rosa María.- ¡Dirigentes!
Sol.- Vamos a comernos una
galleta, que yo
sé donde
están.
R Mª.- ¡Dirigentes, que nos
abocáis al
hambre!
Sol.- Jo, tía.
JO, TÍA
|
R Mª.- Jo,
tía.
Sol.- Que no llego, aúpame.
R Mª.- Yo te
prestaré mi
fuerza
para que alcances
tus
metas, que son las
mismas
mías,
¡las
galletas!
Sol.- No llego, a ver… azúcar,
garbanzos,
dinero, ¡dinero?,
¡galletas!
Toma una, que no
se
note.
Sol, al rebuscar en el alto estante
de la alacena deja el frasco del dinero
a
punto de caer.
R Mª.- ¡Qué se
note! Qué se
avergüencen
ellos de
la
posición en la que nos
han
colocado, la lucha
innoble
por el capricho.
Sol.- Ya está.
R Mª.- Creo
que llegan,
ahora
verán y
qué
nos importa,
SOMOS LIBRES
|
y
podemos rebatir
al
televisor, abuela,
¡tú
nos has enseñado!
Sol.- Cómo nos vea la
abuela
andando en
las
galletas ya vas
a
escucharle tú
la
contestación y el
sermón.
Mucho
tal,
pero
luego son todos
iguales
ante el
parásito,
no hay
comprensión
de la
situación,
son ellos,
claro
que sí, los que
aman
sentirse superiores,
los
que nos han convertido
en
parásitos.
R Mª.- ¡Revolución!
Le
voy a decir
a
la tele que no,
que
no me
compro
el perfume
parfam,
que no,
que
no pienso
ver
la serie esa,
qué
no me callaré.
Sol.- Shh, vienen,
¿quieres
que se
fijen
en nosotras
y
nos conviertan
de
nuevo en blanco
de
sus burlas?
Cómete
la galleta,
atragántate,
huyamos
por la
ventana,
disimulemos,
ooooh,
me estreso.
R Mª.- ¡Pero
la abuela
nos
ha conminado
a
luchar a voz en
grito
para dar a conocer
nuestros
más íntimos
pensamientos!
¡¡con
las dos manos
estrangularé
al opresor!!
Sol.- No creo que la abuela
nos
dijese nada
de
gritar, ni de estrangular.
R Mª.- ¡¡¡Dijo que no nos
quedásemos
calladas!!!
Sol.- Vivo rodeada de
dementes…
me voy.
R Mª.- ¡No me dejes aquí, con
esa
chusma totalitaria,
de
ideología que me asquea!
¡Volemos,
sí, hacia otros
territorios!
Ayer vi una
pared,
querida hermana,
gris
y durísima, purísima
verdad
contra la que
estamparnos,
el auténtico
golpe
en la cabeza,
¡sobrevivamos al
infierno!
SOBREVIVAMOS
AL INFIERNO
|
Sol.- Toma,
tu
libro favorito,
escóndete.
R Mª.- Aaahh,
sí, sí…
Sol.- Ahí estarás bien,
tranquila,
tranquila,
duerme.
Sol canta a su hermana una nana, mientras
le acaricia
el pelo y la dirige hacia el sillón,
donde se
convierten en muñecos inmóviles.
Aparecen en escena la tía Estela
y su hijo Relampaguito, de corta
edad.
Estela.- Hola, nenas,
qué bien os
veo, mua, mua,
aquí os dejo al
nene y
voy a tomarme
un vermú.
Relampaguito.-¡Mamá, mamá!
Est.- Quédate aquí con tus
primas, venga,
venga,
chao…
Estela
desaparece, hablando por el teléfono,
entra la abuela y contempla
a sus dos nietas escondidas
tras los muñecos y a Relampaguito, un muñeco más.
Ab.- ¡Tres! Tres abandonados
de nuevo, ¡y tú
deja
de leer!
Vuestros
padres se han
ido de
vermús,
ayudadme
a pelar las
patatas y
os contaré un
cuento
muy bonito.
Nietas.- Noooooo…
Ab.- Uno interesante.
Nietas.- Noooooo…
Ab.- Uno positivo y poético.
Nietas.- Noooooo…
Ab.- Uno bonito, interesante, positivo
y poético de
brujas devoraniños,
piernas
amputadas, lobos enfermos
y peligros en
el bosque.
Nietas.- ¡Sí, sí!
Las nietas se levantan y, con Relampaguito
de la
mano, corren a abrazar a la abuela.
Salen las cuatro,
en grupo, por la puerta.
Entra Estela, su teléfono
móvil sonando.
Estela.- El móvil…
Estela rebusca en su gran bolso y
acaba
por vaciarlo en el suelo, a gatas,
revolviendo,
acaba por encontrarlo.
Ah, eres tú,
¿qué tal, amor? mua, mua,
sí, sí,
muy bien, en casa
de tu madre, el nene
con las primas, ya sabes,
lo peinan, lo visten, sí,
ya está mejor, un catarrito
de nada… ¿y tú?
ya, ya, ya… no, no,
de eso nada, ¿ahora
que estoy redecorando la
casa, durmiendo
en la cama grande con
el enano, que es
maravilloso!
Pues vete a una pensión
en el centro y te vas
todos los días de copas,
mira, ¡si te lo tengo
que decir yo!...
Pues me parece muy bien,
le dices que te enseñe un
truquito y animamos
un poco la cama
cuando vuelvas, que,
la verdad… aprovecha
y que te la chupe ella,
ya sabes que a mí
ya no me apetece
ser tan generosa contigo,
¿que era broma? Bueno,
pues peor para ti…
¿No ves que necesitas
el trabajo? ¿Y aquí
qué vas a hacer?
Fastidiarme todo el día,
yo no le voy a pedir
más dinero a mi madre…
pues te aguantas,
ahora ya estás ahí,
te aguantas, ¿no
tienes ningún amigo o qué?
Ni amiga, ni amigo,
oye, si eres un triste
no es culpa mía…
ya…
pues ponte el arnés
y ya no te caes, le
dices al encargado
que te lo manda tu
mujer… ¡y a mí que
me importa que nadie
se ponga el arnés!
¿que si te quejas te echan?
¡Pero no estás
diciendo que te quieres ir?
Entonces, tú verás,
si quieres caerte
de la viga sin arnés,
tú verás, deprimido
y paralítico, peor
para ti… yo muy
bien, el nene
te echa de menos…
sí, sí, yo también
te echo, pero de
mucho menos, o sea,
menos. Bueno,
ya hablaremos,
que viene gente
¡y tú no seas tonto,
que podías estar ahí
de vacaciones en
el paraíso!
Venga, chao, chao y
ponte el arnés, ¿o
quieres que hable
yo con el encargado,
que le conozco? Pues
tú verás, aquí no
vengas hasta
que
hayas alegrado
la cara, que Relampaguito
ya empieza a parecerse
a ti, todo el día quejándose.
¡Hombres!
Mañana, venga, chao.
Cuelga el móvil y entra en internet,
se ríe,
se ríe a mandíbula batiente.
Vuelve a sonar
una llamada.
¡No puede ser!
¡Siempre tú!
Mi vida está
destrozada por tu culpa!
Cuelga la llamada.
No sé qué pasa,
desde que usamos
los móviles
ya no tiene gracia
ninguna colgar
el teléfono, no
hace clonc,
hace mm,
no da placer,
no te puedes regodear
en el gesto,
me imagino lo
que será acuchillar
a alguien con la
mente, o disparar
EL FIN DE LA VIOLENCIA
|
digital, o estrangular
a alguien por internet,
estoy segura de que
sería el fin de la violencia.
Vuelve
a sonar una llamada.
Cariño, lo siento,
¡vuelve!
¿Qué haces ahí?
¿Vas a matarte
en un trabajo
mal pagado?
tu madre me
mira mal,
el nene quiere
jugar a los cochecitos,
sabes que odio jugar
a los cochecitos,
¿Vas a volver? ¿no?
¡Estoy embarazada!
(Mentira)
¡Vuelve!
¡Claro que es tuyo!
Cuelga la llamada estentóreamente.
Nada, no tiene
gracia ninguna.
Estela sale de escena, algo más tarde
entra la
abuela con Relampaguito en brazos y
la observa
detenidamente. Se acerca al aparador
y mira con detenimiento el
estante de los frascos.
Abuela.- Doblemente guardada
está mi
herencia,
ocultas en
aquel
tarro de
cristal,
mis últimas
decisiones,
testamento de
mis
ilusiones, a
salvo
de discusiones
y
habladurías y,
por
otra parte, el
legado
de mi historia
escondido en
los ojos
histéricos de
una
nieta
inalcanzable.
Se va la vida,
dobla la
esquina
y olvida, ¿con
que
esfuerzo
apretaré los
nudos, si mis
manos
comienzan a
doler, piernas
cansadas y
terror en mis
ojos
de ver tan
avanzada
mi vejez,
¡Expósito!
Le dice al niño.
¡Acompáñame
al huerto! quiero
ver en tus ojos
el sol, el
espejo
de los míos
está
empañado, pero
aún podré
sentir
su calor
viéndote
corretear y en
tu
pelo se
refleja.
¿Y tu madre?
¡Bebiendo!
¡Si aún me
invitasen
a sus
conversaciones…
pero, ¡qué va!
me tratan de
criada,
esa que tendrá
derecho
a todo menos a
la luz pública,
no
DERECHO
A OCIO
|
me
enclaustren
entre las
paredes
del deber, sin
derecho a ocio,
Expositín,
somos
dos, los
huérfanos.
Pongámonos
nosotros mismos
la copa, yo
al huerto me llevo
un coctail y a
ti,
un caramelo de
palo.
Rebusca entre los tarros
del
aparador.
¡Eh? ¿quién ha
revuelto el
estante?
¿habrán
descubierto
mi treta, mi
testamento?
Bien, ha
llegado la
hora entonces,
hablaremos
de quién y cómo
heredará lo
mío.
Es curioso cómo
se
desenvuelve
todo
a mi pesar,
aún queriéndolo
manejar, el
destino abre
sus
puertas, sin
mirar
quien las ha
cerrado,
ni quien guarda
las llaves de
la razón,
esas que, tan a
menudo,
se pierden.
Expositín, cielo,
ven, que te
enseño
las gallinas.
Vosotras, las
escondidas y
abandonadas,
salid de ahí,
Nietas.- ¡Abuela!
Ab.- En el huerto
voy a contaros
un cuento.
Rosa María.- Abuela, un cuento,
siempre
cuentos,
cuando nos
explicareis
las verdades, sé
que
habláis en la
mesa
y que no
entiendo
vuestras
conversaciones,
¡nos mentís!
Sol.- ¿Podemos ver la
tele? También
es
mentira y, al
menos,
no hay que
fingir
que se la
ignora…
Ab.- Un cuento!
R Mª.- Un cuento!
Las
nietas brincan y se
despiojan como monas.
Ab.- Érase
una vez
una manzana
ESO NO ES LO IMPORTANTE
|
mano “Eso no
es
lo importante”,
la mano tapó
la boca y la
boca
bostezó y se
durmió
cien años.
Al cabo de ese
tiempo
la boca
despertó
con un murmullo
de admiración,
cien manzanos
la rodeaban,
llenos
de fruta, pero
cuando
quiso cogerla,
pues el hambre
que
sentía era
terrible
y alargó la
mano
hacia la
manzana
más brillante,
esta le dijo
“Eso no es lo importante”
Las
niñas chillan de sorpresa.
Sol.- Ahora veo que es
cierto lo que
dicen,
estás loca,
acabada.
La
muchacha se recuesta en el
sillón y mira hacia el
televisor,
En la pantalla aparece escrito
“acabada”.
Rosita consuela a su abuela y a
Relampaguito. La abuela, a su vez,
consuela a los dos nietos.
Ab.- Vamos, vamos
al huerto.
R Mª.-¡Abuela!
Cuando salen de la habitación,
Sol rebusca entre los tarros de cristal y
corre a esconderse para comer el
caramelo que ha
encontrado.
Por la puerta aparecen el Rey y la Duquesa.
Rey.- Querida hermana,
qué gusto verte
y tu hija, sin
duda
preciosa y
elegantísima.
Duquesa.- Ha conseguido
un buen empleo
y
en muy poco tiempo
la pienso casar.
Rey.- Lástima que no haya
podido venir,
me complace
veros
tan bien
plantadas…
tengo que darte
una mala
noticia.
Duq.- ¡Qué
me dices, hermano!
¿Es acaso mamá?
¡Qué pena, heredar
tan pronto!
Rey.- No, no, goza de
muy buena salud
física,
sin embargo, me
preocupa
su estado
mental.
¡Insiste en que
la
llamemos por
su nombre!
Duq.- ¡Oh, que ocurrencia!
¿Y cómo se
llama?
Rey.- ¿Mamá?
Duq.- Claro, Mamá,
que susto me habías
dado.
Rey.- No, no, se llama
Rosa María.
Duq.- Rosa María, ah…
como la tía
abuela
Rosa María,
aquella
mujer me daba
escalofríos,
me tiraba de
las orejas,
¡y murió
soltera,
pobre mujer!
Realiza
unos gestos religiosos.
Rey.- De
pobre, nada,
recuenta que
esta
casa fue la
suya
y que Mamá,
bloody
Rosa, la heredó
por ser su
favorita.
Duq.- Esa costumbre
horrorosa de
las
favoritas me
consume.
Rey.- Temo alguna
amenaza a las
buenas
costumbres,
RARO
|
llamarla por su
nombre,
es… raro.
Duq.- Yo no me acostumbraría,
¿Rosa
María?¿como
tu hija menor
Rosita María?
Mientras
se miran, pensativos,
cae el frasco que
contiene el
testamento y
dinero,
causando gran estrépito.
Rey.- ¿Qué es esto? ¡dinero!
Duq.- Cuatro perras y este
papelajo y ¡estas
perlas! de
acuerdo,
PLEITESÍA,
PLEITESÍA
|
Rey.- Se te ven los refajos.
Duq.- Porque los llevo,
¡jardinero!
puntilla de lo
mejor.
Rey.- ¡Empresa de jardinería
con varios
asalariados!
Duq.- Te recuerdo que tu
riqueza se la
debes
a mi marido y
sus
productos
financieros
de diseño.
Rey.- Pleitesía, pleitesía.
El
rey se arroja en una
reverencia japonesa mientras
la duquesa examina el documento.
Duq.- Pero, ¿qué es esto?
lo firma Rosa
María.
Rey.- A ver…
Duq.- Infamia, locura,
desorden,
anarquía,
¡la casa es de
Rosa María!
Rey.- Claro, Mamá.
Duq.- No, no, no,
de tu hija
menor.
Aaah, gamberro,
mucho lo has
estudiado,
ahora veo tu
compromiso
con la anciana,
¡me habéis
desheredado!
Rey.- Querida hermana,
no sabía nada.
Reverencia,
reverencia.
Duq.- Habrá que impugnarlo.
Rey.- No sé cómo actuar…
Duq.- Pensábamos venderla,
la casa y
encerrarla, a esa,
en aquella
residencia cercana,
recuerda
nuestras
largas
conversaciones,
recuerda,
desgraciado,
ME
QUEDO CON LAS PERLAS
|
¿Me quedo con
las perlas?
No comeremos
aquí,
en esta casa de
ladrones.
Rey.- Hermana, no nos
precipitemos,
quizá
deberíamos
esperar y
observar a la
anciana,
pedirle
explicaciones,
¡Seamos
prudentes!
Duq.- Traidor, estúpido y
malvado,
¿cuáles
son tus
pretensiones?
Confiesa tu
alegría, tú
y esa Rosa
María.
Rey.- No nos rindamos
todavía.
Duq.- Tu fortuna
pende de un
hilo,
recuerda y
escondamos este
papel mugriento,
¡Aaaah, me
falta
el aliento!
Rey.- Mi sustento,
mi riqueza,
mi asiento,
mi momento,
mis
emolumentos,
me duele la
cabeza…
Ya llegan,
limpiemos
esto rápido,
todo debajo del
armario.
Comienzan
a patadas a recogerlo todo,
escondiéndolo rápidamente bajo el
aparador, también
las perlas, salen.
Sol observa tras el sillón como
abandonan la estancia.
Sol.- Qué inútiles,
ni barrer
saben.
La
muchacha limpia cuidadosamente el suelo.
Me
lamento,
desheredada,
no lo siento,
sinceramente
me aburro,
quizá con este
lío consiga
divertirme.
Se escucha algarabía en el
cuarto de
al lado, lágrimas,
gritos, interjecciones, sonidos
animales, tambores. Sol
escucha pensativa y baila
con la escoba, barre con esmero
todos los rincones de la habitación.
Cuando
ha terminado, un caos
se
precipita por la puerta, cuerpos
que caen
aglomerados en el suelo
de la habitación. Sol los barre
de nuevo hacia la puerta
y
la cierra con suavidad,
después
se sienta a la mesa y coge la
baraja.
Su madre aparece y se sienta a su
lado.
Sol.- Madre, quién soy...
Reina.- Da cartas, reina.
En este punto de la obra se establecen en el escenario varios focos de
interés, una partida de cartas, con la Reina, una discusión sobre temática política
y social con el Rey o la Duquesa y, en
el sillón, se inicia una sesión de cuentos con la abuela.
Los espectadores surgen de sus butacas y se unen voluntariamente a la
acción, el tiempo de este encuentro durará lo que el público encuentre
necesario. En el climax se irán apagando las luces lentamente y volverán a sus
asientos.
En la pantalla digital aparecerá la grabación a tiempo real del
happening, una cámara de mano irá filmando la interacción del público con la
obra.
Al término del encuentro las iluminación oscurece casi completamente el
escenario. Motivos psicodélicos presagian una escena onírica. Un foco brillante
ilumina a los personajes que, alternativamente, desarrollarán la escena.
Sol se encuentra a la derecha, en cuclillas y atontada, por la izquierda
se presenta su padre, el Rey, con la Reina, su madre. La mujer, convertida en
un esqueleto vivo y quejumbroso, está enredada en la red que el lleva en las
manos y a este le es imposible deshacerse de tan terrorífica visión. La Reina
esqueleto insiste en abrazarle y, en el intento, acaba por morderle.
Rey.- Socorro, he pescado un esqueleto,
el terror me consume y me inunda,
como el mar profundo en el que
me interné para capturar la
más esperada de las presas. El
horror me aniquila al ver su rostro
hambriento y no podré liberarme
de ella, que me susurra palabras
inaudibles de amor y de hambre.
Debería alimentarla de mi
carne y peinarle sus mechones
podridos, pero lo fétido de su aliento
me desarma, ayudadme a
esconderme, pero que enamorado
regalo… y yo estoy aterrorizado,
temo por mi vida, pero en el fondo
de sus ojos asoma la luz que nunca
llega a las profundidades,
ay, no muerdas, tonta, cúbrete,
estás helada.
Sol le grita, suplicante, pero su padre parece no oírla.
Sol.- ¡Tápala, tápala,
¿no ves que
tiene frío?
tápala, ella
te ama!
El Rey desaparece de la escena y un foco alumbra la súbita presencia de
su tía Estela, visiblemente embarazada, que se dirige melosa a un interlocutor
invisible.
Estela.- Querido, estoy tan
desesperada,
los melocotones de la bruja parecen
tan dulces, quién se va a enterar
si entras en su jardín y robas
para mí solo un par, con solo imaginar
su sabor me muero de deseo y
tristeza, eres mi esposo, por favor,
¡haz algo!
Sol le advierte, aterrada.
Sol.- ¡Nooooo, los
melocotones de la bruja, no!
os llevarán a la desgracia, ¿es que no
sois felices?¡mujer ignorante, lo inimaginable
te acecha!
Tras su tía, entra en escena la duquesa que, feliz y complacida,
enarbola un discurso que enoja sumamente a la muchacha.
Duquesa.- Celebraremos una gran fiesta e
invitaremos
a todos, a todos menos a la bruja, ella
es desagradable y no podemos dejar que sus
modales arruinen nuestra fiesta, mi hija querida,
es tan hermosa…
Sol.- Necia, tu gesto es una
ofensa
indigna de tu posición, no te mereces
tu rango, necia, necia, necia,
ella es poderosa, ¡vas a arruinarnos
a todos!
Sol se ha levantado, indignada, en
ese momento hace su aparición su abuela, que más parecería por su aspecto una
terrible bruja. Sol la escucha atenta escupir las más terribles amenazas y le
responderá orgullosa.
Abuela.- ¿Cómo te atreves a
venir a mi casa?
pidiendo favores… si no cortas toda
la leña del invierno esta noche
mañana por la mañana te mataré
y te pondré de primer plato
en mi mesa, que tiernita pareces…
Sol.- Lo haré, lo haré,
cortaré toda tu leña,
bruja, ya veré cómo, no me asustas
con tu aspecto, me has dado cobijo y
yo te lo agradeceré, ya lo verás.
Sol ve con horror como aparece una bailarina de danza compulsiva que
resulta ser su hermana Rosa María. Su baile es angustioso e incesante. Sol
intenta asirla cuando pasa por su lado pero su inercia la mantiene en el mismo
lugar y se ve incapaz de detener el sufrimiento de la bailarina.
Rosa Mª.- Hermana, córtame los
pies,
no puedo parar de bailar y me
estoy convirtiendo en un espectro,
estas zapatillas están malditas,
córtamelos ahora, antes de que
muera.
Sol.- Pero, cómo, hermanita,
no quiero
hacerte daño.
Rosa Mª.- Córtamelos, córtamelos,
no puedo
parar de bailar, es horrible,
¡me están consumiendo!
Sol.- Pero, ¿cómo?¿cómo?
Un gran hacha brillante abate a Rosa Mª ante los ojos atónitos de su
hermana, derrotada por la pesadilla.
Sol.- Hermana, hermana,
qué te ha pasado…
La
escena onírica ha terminado. Las luces se intensifican mientras Sol sigue
arrodillada en la misma posición, junto a su hermana tendida en el suelo. Un
camillero entra en la sala y se ocupa de Rosa Mª, acompañado de la abuela que
atiende a Sol, inconsolable.
Abuela.- Calma, hermosa,
calma.
Sol.- ¡Mi hermana!
Ab.- Calma, mariposa,
la atenderán,
pierde cuidado,
pero no tomes
este vaso de
agua
envenenado,
su propia
muerte,
cómo pudo…
y con las
pastillas
de su madre,
¡pobre mujer!
una leña tan
fuerte
hecha astillas.
Sol.- Fue el hacha,
abuela, un
golpe
SUFRÍA
|
contundente
y yo lo sabía,
que sufría,
lo supe desde
el primer
instante.
Un camillero acomoda a Rosa Mª
en una camilla, le inserta tubos y atiende
sus vómitos escandalosos con cubos y
masajes.
El enfermero
se lamenta de su suerte, Sol solloza,
de rodillas,
abrazada por su abuela.
Ab.- Su propia muerte…
SU PROPIA MUERTE
|
Esto no es
nada,
una persona
sana
y joven, ¡qué
se levante!
Vaga, perra,
descuidada,
estúpida,
podría estar
atendiendo yo a
auténticos
enfermos
y no a esta
escoria
social que
muere de
aburrimiento.
Ab.- Calla, salvaje,
vete a la
mierda,
CONTADORA DE CUENTOS,
SANADORA
DE ALMAS
|
de mi linaje,
contadora de
cuentos,
sanadora de
almas,
que no pudo
terminar
su aprendizaje,
pues
nunca termina,
esclava de un
mundo
de esclavos,
que nada
quieren
comprender.
y yo que le
transmitiría
su herencia,
atada de
manos, no pude
y, quizás, no
quise
atarla a su
destino,
obligarla a
sentarse
en mis rodillas
y entrenarla en
la
dureza del
teatro
del mundo.
Abandonada, sí,
por mí, que
tuve
que haber
acunado
en mis brazos
un
espíritu hecho
de
hecho de viento
que no sabía
volar
todavía.
Enf.- Todavía no ha
muerto, abuela,
pero le contaré
el final de la
historia,
carne de
presidio,
de manicomio,
ya lo he dicho
antes,
¡escoria!
Sol.- Mi hermana,
abuela, mi
hermana,
mi sombra, mi
otra mitad, ya
nadie sabrá mi
otro nombre si
ella
me falta, nunca
volvería a ser
una,
MI MISTERIO
|
mi misterio.
Enf.- Es mejor que muera
de esta, o lo
volverá
a intentar,
estos
casos perdidos
se
suicidan cada
día,
para ellos la
vida diaria
es pánico, menos real
que la muerte
y a mí me
aburren,
quisiera yo una
buena guerra de
piernas
amputadas,
tiroteos y
trabajar
a corazón
abierto,
como en la tele
¡y no estos suicidios
cutres de gente
que
nada vale!
Es mejor para
la
familia que se
muera
o que se maten,
no
dan más que
problemas,
créame, cada
día
me los
encuentro a
la deriva,
vagabundeando
NOSOTROS,
LOS NORMALES
|
destrozándonos
los
nervios a
nosotros,
¡los normales!
Ab.- Calma, niña,
cuando
despierte
la enseñaré a
caminar de
nuevo,
será mi
trabajo,
la enseñaré a
multiplicar su
voz
soñadora y que
sus
cuentos nos
muestren
la herida
nuestra,
quizás su
propia
muerte será la
que nos recite
con viva
emoción,
para que nos
despierten sus
historias el
amor a la vida.
Sol.- ¿Tan duro
es el
aprendizaje
de una
contadora
de cuentos,
abuela?
Ab.- Hay que abrir y
cerrar las
heridas,
desollar los
nudillos,
vagar en la
oscuridad
y comprender el
viaje,
TRASCENDER, MEDITAR
|
cuevas,
trascender,
meditar, entrar
en trance, una
sanadora de
cuentos
debe conocer de
cerca
la vida y la
muerte
en su voz,
Para disgusto del enfermero
Rosa Mª no deja
de vomitar.
cuando
despierte
podremos
escuchar
las canciones
del
no mundo, sólo
ella las trae.
Sol.- No quiero escuchar…
Ab.- No será mañana
que vendrá
convertida
en maestra,
toda
la vida no
basta
para engullir
una
sola historia y
vomitarla
correctamente.
El enfermero maneja cubos
y
más cubos entre blasfemias.
La tendré de mi mano
y cuidaré de su
mente
hasta mi último
aliento, estaré
presente
pues es la
elegida
para transmitir
el legado
que yo misma
heredé
de los que
también
heredaron y tú,
nieta mía,
tendrás
siempre a tu
lado
a una curandera
TE DOY MI PALABRA
|
doy mi palabra,
quizá de tus
hijos
crezca uno de
tal
linaje que ella
entrenaría, el
cuento no se
pierde,
niña mía, nunca
se pierde.
Sol.- Yo le corté las
piernas,
abuela,
ella me lo
pidió,
desesperada y
ahora yace en
una camilla,
envenenada por
su propia mano,
su propia
muerte.
Ab.- Así es, empezar
de nuevo, para
levantarse tuvo
que caer hasta
el suelo.
Sol.- ¡Mi hermana!
Enf.- Pero, qué asco, lo
que daría yo
por
un buen accidente
de tráfico, en
vez
de tanto
demente…
Ab.- Déjala que vomite,
mucho es lo que
debe limpiar y
ácido, ella nos
contará con
palabras
terribles de
historias
inmortales,
cómo
sabe lo que no
cabe
dentro.
Enf.- Es repugnante…
Sol.- Mi hermana,… yo
le corté las
piernas,
ella me lo
pidió…
y tú eras una
bruja
terrible!
Ab.- Solo soy una abuela
vieja e
ingenua,
pero mi amor es
verdadero y mi
misión me
devolverá
la juventud,
¡yo
cuidaré de tu
hermana!
Sol.- Mi hermana, abuela,
yo le corté las
piernas,
ella me lo
pedía…
Ab.- Tranquila, niña,
mi nieta, mi
nieta mía,
tranquila
ahora,
descansa
arriba,
estás tan
muerta
como ella, las
dos
habréis de
renacer.
Sol.- Abuela.
Ab.- Sshhh… descansa
ahora…
Ambas desaparecen del escenario
en el que
entran el Rey y la Reina, ella llorosa y él,
visiblemente afectado
al ver como el enfermero y la camilla con su hija abandonan la estancia entre
gran estrépito y maldiciones.
Rey.- Esta hija mía
no da más que
problemas y tú
deja de
perseguirme
y de morderme,
si me durmiera,
me devorarías,
menudo negocio
hice contigo,
quise pescar
uno
grande, que
pesada,
dos hijas
necias,
una me ignora,
la
otra se suicida
en
casa de mi
bloody Rosa
madre, me
avergonzáis,
a ver que le
digo yo ahora
a los vecinos,
la niña
en el hospital,
borracha
de tranquilizantes,
menudo
negocio, la
niña,
estrella del
rocanrol…
hubiera sido
mejor
ESQUELETO
DESCOLORIDO
|
qué vergüenza,
ay!
no me muerdas,
esqueleto
descolorido,
ay, pobre,
tienes frío,
estás helada,
toma
un abrigo, me
congelo
a tu lado, pero
no me
muerdas, ¿eh?,
no, no,
bueno, muerde
un poco
por detrás, que
no se note,
tantas
emociones
me dan sueño…
La abuela hace su aparición
con cara de reproche. La Reina
sigue sollozando y dando muestras
de dolor, pero poco a poco se va calmando.
Madre bloody
Rosa,
me siento
avergonzado
por el terrible
comportamiento
de tu nieta, mi
hija, si
sobrevive a su
lamentable
espectáculo
deberá
pedir perdón y
fregarlo todo.
Ab.- Así me gusta, qué buen
padre, qué buen
marido
y qué buen hijo
tuve,
Alfredito,
debes dejar
aquí a la
pequeña loca,
que me ayude a
llevar
la hacienda, yo
le pagaré
un sueldo para
sus gastos
y la haré trabajar muy duro,
no te preocupes
y haz algo con
tu
compañera,
querido mío,
no ves que
tiene frío,
tomad un
cobertor,
esa niña,
la haré fregar el suelo
de rodillas,
que es como
queda mejor,
déjalo
todo de mi
mano.
Rey.- Eso, mano dura,
yo lo intenté,
fui
rudo,
intransigente,
desconsiderado,
aleccionador,
fui
innoble,
dramático,
intenté meterla
en
vereda, pero
nada,
no respondió al
tratamiento y
ahora
decide
suicidarse en
público con las
pastillas
de su madre,
qué
vergüenza…
probablemente
intente
matarnos a
todos,
en venganza,
ahora que
no ha
conseguido morir,
una loca, me
costaría
una fortuna en
psiquiatras,
sí, la dejo de
tu mano,
Rosa Mª, he
perdido la
esperanza con
ella.
Ab.- Tranquilo, querido hijo,
fue demasiado
para
ti, admito que
te he
dejado solo a
menudo.
Rey.- Muy solo, bloody Rosa.
Ab.- Alfredito…
La madre mima a su hijo.
¡Y cuida de tu esposa!
La madre sale y en ese momento,
con actitud orgullosa y escandalizada
aparece su hermana la Duquesa. El Rey
pasea por la habitación meditabundo, mientras
la Reina tiembla en un rincón.
Rey.- Su propia muerte,
quién podría
creerlo,
le quise yo dar
todo
lo que tuve y
no tuve
y ella me
miraba
desolada y
desoyó
cada sensato consejo.
TANTA DESAFECCIÓN OFENDE
|
pero esto…
tanta
desafección me
ofende.
Duq.-¡Calla! no quiero oírlo,
es un asunto
sucio,
no debemos
hablar de ello,
qué dirán los
demás,
ojos pasmados y
oídos
abiertos y expectantes,
con una condena
en
los labios, nos
acusarían,
sin duda,
dirían que
fuimos nosotros
los
desafectos, un
suicidio
es una
vergüenza,
¡cállate!
Rna.- Mis pastillas, por qué…
las toma todo
el mundo,
también tú las
tomas!
Le espeta a la Duquesa, que
reacciona
a la defensiva.
Rey.- ¿También tú eres un
esqueleto?
Estoy rodeado
de asesinas.
Duq.-¡Cállate!
Rey.-¿Les dijiste algo del
testamento de
Rosa bloody?
Rna.-¿Qué testamento?
Rey.- Unas perlas y un
papelajo, le
dejan la
casa a nuestra
pequeña
Rosa, quién lo
diría,
como hizo mi
tía abuela
con mi madre.
Duq.- La casa pasa de
loca en loca.
Rna.- No te atrevas a decir eso
de mi hija, las
pastillas,
las mías, la
única
loca soy yo,
que traje a
LA PEOR DE LAS SERPIENTES
|
las serpientes,
pero tú
también las
tomas…
La Duquesa se retuerce.
Rey.- También tú, tienes
frío y eres un esqueleto,
estoy rodeado
de
drogadas, qué
mundo
es este, jamás
lo hubiera
creído, pareces
tan entera.
Duq.- Una solo, de vez en cuando.
Rna.-¡Las llevas en el bolso!
¡Te las vi
antes!
Duq.- Tirémoslas pues, gracias
que no ha
pasado nada y
la niña ha
sobrevivido,
vomitando se la
llevan, la
peor de las
pesadillas, trae
tu caja, las
tiraremos, lo
haremos por
ella.
Rna.-No, yo las necesito,
todo esto me
pesa y
me desgasta, no
me
enfrentaré a la
fría
noche desnuda,
las guardaré,
eso sí,
como si
mordiesen,
mi pequeña
vive, eso
me alivia, ya
se me pasó el
vértigo,
¿ves?
Extiende la mano.
antes temblaba
POR DENTRO SOY UNA TORMENTA
|
por dentro soy
una
tormenta de
lágrimas,
las siento
resbalar por
mis paredes y
anega
sus charcos las
entrañas
que dieron vida
a mi
pequeña Rosa,
pero
por fuera, mira
mi mano,
¿no lo veis? me
hacen bien,
necesito mi
cabeza, debo
ir al hospital
con ella
y no dejarla,
su tía la
NECESITO MI CABEZA
|
una madre, hay
veces que se
necesita
mucho una madre
¡y no tantas!
no he
de faltarle.
Rey.- Déjame verlas, las pastillas.
Rna.-Están en la mesilla,
bien guardadas,
entre
las bragas
sucias,
a salvo de
manos
y miradas,
protegidas
por el escudo
más profundo,
no creí que
nadie pudiese
así
encontrarlas.
Rey.- Déjame las tuyas, hermana.
Duq.-No y no hablemos
más de eso, te
lo repito,
jamás deberemos
hablar
de esto,
Relampaguito
es pequeño,
pero se entera
de todo, pobre
niño,
un suicidio, es
demasiado…
Rey.- Déjame verlas,
junto al vaso
solo
encontré un par
de ellas,
las que
pudieron haberla
rematado y
quiso
el destino que
no
tomara.
Duq.- ¡Qué no!
Rey.- Te lo pide un padre.
Duq.-¡Dije que no!
Rna.- Me voy al hospital,
os dejo con
vuestra
ridícula ceremonia.
El Rey y la Duquesa luchan
por el bolso que contiene el
veneno.
La Reina desaparece de la escena.
Rey.- Aquí están, veamos,
qué ridícula
cajita,
quién diría que
tienen
tanto poder… y
ya
casi no te
quedan,
está vacía, no
hay
enemigo pues,
¿contra quién
lucharemos
si no se deja
ver el asesino?
¿a quién odiar?
es invisible
y tiene un
nombre horrible
de pronunciar,
qué ridículo
es todo, qué
absurdo…
Sol aparece silenciosa, queda
semioculta
en una esquina. El Rey
juguetea con la caja y se toma un par de
pastillas. Sol espera su oportunidad.
¡Un enemigo interior!
EL ENEMIGO ES INTERIOR
|
Sol.- Un enemigo invisible.
Duq.-¡Sol, querida! ¿Cómo te
encuentras?
Sol.- Un enemigo invisible y
silencioso, que
no huye porque
callado, entre
nosotros, se
encuentra más
seguro,
un asesino
cercano e
implacable,
pero es sencillo
identificarlo
si conoces
su motivo, su
beneficio.
Duq.- El suicidio de tu hermana,
eso es
horrible, habrá que
enterrarla
entre médicos
y sesiones,
quizá algún día
podremos
recuperarla.
Sol.- Quién lo diría, que mi
hermana Rosa
María
se suicidaría.
Duq.-Era rara, ¿no?, yo
siempre la vi
peculiar,
incluso cuando
simplemente
entraba en la
habitación me
provocaba un
sentimiento
siniestro, no
es tan
inusual que
esta gente
se suicide, los
incomprendidos.
¡Habría que
haberla
escuchado más!
Sol.- Quizás hablaste con ella,
estábamos con
la abuela
en el huerto y
subió a
beber algo…
Duq.-¿Tu también subiste,
entonces?
Sol.- ¿Te hubiera encontrado
con ella?
La muchacha se agacha y recoge de
debajo del aparador el
collar de perlas,
que enarbola con actitud amenazadora
ante la mirada
preocupada de su tía.
Quizá quieras
probártelas,
pero no
las aprietes
mucho en
tu cuello, sí,
vi algo,
a ti y a mi
padre
escondiendo un
documento,
un testamento.
¿Quieres
creerme o
prefieres que
te
enrolle al
cuello esta
sarta de
perlas, que no
abrigan,
mentira
tras mentira,
un
bonito collar…
Sol juega con las cuentas
como si fuese un rosario.
y bien, ¿me
crees?
Duq.- Querida…
deberías de
medir
tus palabras,
no es
cosa de niñas,
papeles
importantes.
Sol.- Quizá te llamó bruja,
arpía, quizá la
llamaste
descarada,
quizá
te gritó lo de
la revolución
y lo de los
parásitos
CLARO COMO EL AGUA
|
establecido y
todo
su discurso
odioso y
tu lo viste
claro como
el agua del
vaso que
ella había venido
a
buscar, que aún
podrías
heredar.
Duq.-¿Qué insinúas?
Estás
delirando,
musitando
malevolencias,
tonta niña,
que imagina
torcidas
historias,
cálmate y
verás que todo
te lo has
inventado,
que no queda
nada
en el aire más
que la ceniza
de
tus cuentos.
La Duquesa altanera se encuentra
con una mirada extraña en los ojos de su
sobrina y pierde por completo el dominio de la
situación. Mientras tanto, el Rey, visiblemente drogado,
se tambalea y juega con
los objetos de la habitación.
Sol.- Corre…
Duq.- ¿Qué dices?
Sol.- Dormirás y
te faltará el
aliento,
podré
soportarlo,
el presidio, si
te veo
solo una vez,
el
resto de mi
vida será
risa tras
cuatro
paredes y
rejas,
pero nunca,
nunca
dejaré que otra
vez
te acerques a
mi hermana y
todos tus vasos
serán lejía
en tus ojos y
no verás
amanecer
un nuevo día,
¡Corre, arpía!
Duq.- Niña insolente…
Sol.- Te tiraré de todas
las escaleras y
embestiré
contra
el tuyo mi
coche,
el de mi
hermana,
tu hija y tu
maridito podrán
venir a
maldecirme
a mi celda y yo
me reiré en sus
caras,
no pasarás de
esta noche, lo
juro,
¡desgraciada!
Rey.- ¿Qué decís? Estoy
como mareado,
son fuertes
estas
pastillas, oye,
Sol,
hija, ¿te has
dado
mucho en la
cabeza?
Dices cosas
raras.
Sol.- ¿Las ves, estas
perlas?
Sol enrolla en sus manos el collar y
le da
un tirón, que acaba por romperlo,
las diminutas perlas repiquetean en el suelo
del escenario. La Duquesa se asusta, por
fin.
en cada
esquina de esta
casa hay un
tesoro
que nunca
conseguirás
reunir y llamar
tuyo,
LA
TERNURA DEL QUE ABRAZA
|
miles de horas,
la ternura del
que
abraza, la
familia,
no volveremos a
verte…
Duq.- ¡Qué imaginación,
otra loca!
Sol la persigue para estrangularla
con el collar, lentamente se mueve hacia ella
acorralándola
hacia la puerta de salida.
Sol.- Las pastillas
de mi madre
están
intactas,
señora,
acabo de
comprobarlo,
quiero tu
sangre,
será por la de
mi hermana,
la mía, Rosa
María.
Duq.- Me voy de esta casa
de locos, de
esta familia
extraña que me
deshereda,
me amenaza y me
horroriza.
La Duquesa adopta una actitud
de
gran dignidad, mientras retrocede
hacia
la puerta. Sol, con gran frialdad y calma,
le
habla mientras juega con las perlas que le quedan en
una
de las manos, sin embargo, en su espalda, su otra mano
retuerce la ropa nerviosamente,
al fin y al cabo, no es más que
una
adolescente.
Sol.- Llamaré a la
policía y les
contaré
mi historia, si
no
sales de aquí,
en
este mismo
momento
y se te
ocurriera una
vez más pisar
esta
casa y
escribiré este
cuento por si
algo
nos pasara a mí
o a mi hermana,
hasta nunca,
señora.
Duq.- ¡Adiós!
Sol la persigue para estrangularla
La estancia queda silenciosa tras la partida de su tía.
Sol respira
hondamente y un sollozo nervioso
la coge por sorpresa. Su abuela se acerca sigilosamente para
calmarla. La nieta se echa en sus brazos,
llorando desconsolada.
Sol.- ¡Abuela!
Ab.- Querida niña…
Sol.- Corté la leña de todo
el invierno en
una
sola noche!
Ab.- Shh, sh, y colorín
colorado…
estuve
escuchando,
¿sabes? fuiste
muy
valiente y muy
lista,
no se cómo no
se
me ocurrió a mí
que había sido
ella,
mi pequeña
hija,
ya no la
reconozco
y, sin embargo,
a su roce sigo
escuchando
la música del
amor
más dulce… pero
he llamado a la
policía.
Sol.- ¡Abuela!
Ab.- Sh,sh…
tú no puedes
TODO NO LO PUEDES TÚ
|
leña, querida.
Sol.- Yo le corté las
piernas,
¿sabes?
Ab.- No fuiste tú, cielo,
todo no lo
puedes tú.
Sol.- No creo que vuelva,
¿sabes?
Ab.- Volverá…
y cuando vuelva
seremos miles
de ojos
vigilando,
yo ya soy
vieja,
mi amor, para
tomarme la
justicia
por mi mano,
mi querida y valiente,
¿no quieres ver un
rato la tele?
Sol.- No, quiero
ver a mi madre…
Ab.- ¡Sale el sol!
La niña abandona la estancia en brazos de su abuela, que le canta. La
escena se oscurece y una gran perla rueda hasta el centro del escenario,
muestra una diminuta cara y malignas manos y piernas. Se dirige hacia el
público, interrumpiendo su canto.
Perla.- Desde la última esquina,
inalcanzable
rincón, oculta
a las miradas,
mi corazón
tesoro se
muestra ante vosotros.
Perla soy, por
diminuta y
porque mi
importancia se debe
a mi hermandad,
esa belleza
ensamblada,
metáfora es
de una única
garganta
que surja de
nosotras.
Soy una
historia perdida
y encontrada,
ensartada
en el filo de
todas las historias,
nuestro brillo
nos apelotona,
nos junta y nos
atrapa,
en una forma
catenaria
que soporta el
peso
del tiempo que
representamos.
¡Un broche
venga!
que nos case
con
la voz que
cuenta
con nosotras,
una tras otra,
cuentos
que regalar en
colección
de nuevo y de
nuevo,
de nuevo…
Ligero peso a
soportar,
tanta
delicadeza
y decidida
importancia
elegir la piel
que nos habite,
LA TARDANZA DE LA HERENCIA
|
conmina nuestra
claridad
a los cajones
más oscuros,
pero esféricas,
como
el mundo de los
cuentos,
rodamos a
reunirnos
alrededor de un
solo ser,
una guía, su
nombre,
¡Rosa María!
Rosa
María aparece y lanza la
perla
al público que jugará
con ella en el aire.
La
música de baile y cuento
resuena atronadora…
Los maniquíes vuelan por el aire,
dando vueltas y vueltas, cada uno de
ellos emite frases de un cuento,
los asistentes tiran de las cuerdas que
los mueven y por fin los cuentos y leyendas
parecen encontrarse con la gente…
TELÓN.
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